domingo, 31 de enero de 2021

Mitología Rusa

 Las Siríns

El Sirin es una criatura de la mitológía y leyendas rusas, es descrita con cabeza de mujer hermosa y llamativo plumaje, en la que el cuerpo luce como de un ave (normalmente un búho). Según la leyenda, las Sirins tienen su origen en la India, o de las tierras próximas al Edén estando su próximidad bañadas por el río Eufrates.


Esta especie humana femenina con cuerpo de ave solían ser pintadas con una corona o un nimbo, sin embargo, estas criaturas mutantes eran bastantes peligrosas. El sonido que emitían ponía a los hombres fuera de si hasta llegar a olvidarse de todo, y hasta perder completamente la cordura y finalmente terminar con su vida. 

Para poder evitar el ataque nocivo de las siríns y poder  salvarse, los hombres solían disparar cañones, sonar las campanas de las iglesias, y tambien elaboraban fuertes ruidos con numerosos instrumentos para poder lograr espantar la extraña especie híbrida que los asustaba.


viernes, 29 de enero de 2021

Naturaleza

 Descubren una nueva especie de camaleón (y es el más pequeño del mundo)

         Frank Glaw


Investigadores descubren lo que es hasta ahora el réptil más pequeño del mundo, se trata de un camaleón que mide lo mismo que una yema de dedo.


Se creía que el camaleón Brookesia micra era el reptil más pequeño del mundo, aunque ciertamente superarlo era casi impensable. Con sus menos de 30 mm de extensión total de cuerpo, Brookesia micra es diminuto comparado con sus familiares. No obstante, un equipo de científicos exploradores acaba de desplazarlo como el reptil más pequeño del mundo. Descubrieron una nueva especie de camaleones que ostenta ahora ese título.


La investigación publicada en Scientifics Reports, describe el descubrimiento de una nueva especie de reptil. Por si sola esta noticia ya es de gran importancia, ya que nunca antes se había avistado este tipo de animal. Pero lo que llama la atención es que no es cualquier especie, es hasta ahora el reptil más pequeño del mundo, desplazando a Brookesia micra.


Mapa de distribución de camaleones en Madagascar. Frank Glaw.


La reducción del cuerpo adulto, llamada miniaturización, ha evolucionado de forma independiente muchas veces. Los expertos apuntan a que la evolución repetida de este fenotipo tan extremo, sugiere que la selección a menudo puede favorecer su aparición.

No se sabe mucho sobre la miniaturización y las presiones evolutivas subyacentes, lo que se comprende es a nivel morfológico. Representa una pérdida de elementos de la falange, así como modificaciones en el cráneo, ojos y cerebros relativamente más grandes, que en ocasiones pueden representar limitaciones funcionales.


   Frank Glaw


El camaleón más pequeño del mundo 

La nueva especie de camaleón que presenta miniaturización, recibió el nombre de Brookesia nana, cuyo nombre deriva del griego νάνος (en latín nanus) que significa “enano”. Los investigadores lo descubrieron gracias a la ayuda de guías locales en un bosque lluvioso en el norte de Madagascar.


Frank Glaw


Si cuesta trabajo imaginarlo, sólo hay que pensar que el camaleón mide aproximadamente lo mismo que la yema de un dedo. Aunque ciertamente el tamaño entre hembra y macho varia por unos cuantos milímetros, siendo el macho más pequeño.  El holotipo masculino tiene una longitud hocico-respiradero de 13.5 milímetros y una longitud total de 21.6 milímetros. La hembra por su parte mide 19.5 milímetros de longitud hocico-respiradero y un total de 28.9 milímetros.


Dentro de las características del escurridizo camaleón que de por sí ya son sorprendentes, hay una en especial que llamó la atención de los expertos. Y es que los machos presentan un aparato reproductor de tamaño relativamente más grande comparado con el tamaño de su pequeño cuerpo.


Frank Glaw


La hipótesis de los investigadores es que el tamaño del aparato reproductor masculino, podría haberse adaptado a la línea evolutiva para funcionar de mejor forma con el tamaño de las hembras. Los machos miniaturizados podrían requerir esta característica para permitir un mejor ajuste mecánico con el aparato reproductor femenino durante la cópula.


No obstante, esta hipótesis es sólo eso y no está comprobada del todo. Se necesitan estudios exhaustivos para probarla y comprender de mejor manera la evolución en esta característica morfológica del Brookesia nana. 


Referencias: 

Glaw, F., Köhler, J., Hawlitschek, O. et al. Extreme miniaturization of a new amniote vertebrate and insights into the evolution of genital size in chameleons. Sci Rep 11, 2522 (2021). DOI


Ecoosfera


@piensaydespierta

 Frase del Día



domingo, 24 de enero de 2021

Longevidad

 Científicos chinos habrían encontrado cura contra envejecimiento

  • Científicos desarrollan una terapia genética capaz de retrasar el envejecimiento.



Un grupo de científicos chinos desarrolla una nueva terapia genética que podría revertir algunos de los efectos de la edad y aumentar la esperanza de vida.

El método, probado ya en ratones, que utilizaron los científicos del Instituto de Zoología de la Academia China de Ciencias (CAS, por sus siglas en inglés), consiste en la inactivación de un gen llamado kat7, un factor clave para el envejecimiento celular, según los datos detallados recientemente en el portal Science Translational Medicine.

“Estos ratones muestran una apariencia general mejorada después de 6-8 meses y, lo más importante, tienen una vida útil prolongada en aproximadamente un 25 %”, dijo Qu Jing, especialista en medicina regenerativa de la CAS.

Qu explicó que los biólogos identificaron 100 genes de alrededor de 10 000 y “kat7 fue el más eficiente en la contribución a la senescencia celular”.

 


Hispan TV

Rajghat 1985


Jiddu Khrisnamurti - Eres lo que piensas

 

Albert Camus

 LA ABSURDA LIBERTAD 


“Vivir una experiencia, un destino, es aceptarlo plenamente. Ahora bien, no se vivirá ese destino, sabiendo que es absurdo, si no se hace todo para mantener ante uno mismo ese absurdo puesto de manifiesto por la conciencia.”- Albert Camus. 


Texto del filósofo francés Albert Camus, publicado por primera vez en su libro "Los mitos Sisifo".


Lo principal está ya hecho. Tengo algunas evidencias de las que no puedo apartarme. Lo que sé, lo que es seguro, lo que no puedo negar, lo que no puedo rechazar, eso es lo que cuenta. Puedo negar todo de esta parte de mí mismo que vive de nostalgias inciertas, salvo ese deseo de unidad, esa apetencia de solución, esa exigencia de claridad y cohesión. Puedo refutar todo en este mundo que me rodea, me hiere o me transporta, salvo ese caos, ese azar rey y esa divina equivalencia que nace de la anarquía. No sé si este mundo tiene un sentido que lo supera, pero sé que no conozco ese sentido y que por el momento me es imposible conocerlo. ¿Qué significa para mí un significado fuera de mi condición? 



No puedo comprender sino en términos humanos. Lo que toco, lo que me resiste, eso es lo que comprendo. Y sé también que no puedo conciliar estas dos certidumbres: mi apetencia de absoluto y de unidad y la irreductibilidad de este mundo a un principio racional y razonable. ¿Qué otra verdad puedo reconocer sin mentir, sin hacer que intervenga una esperanza que no tengo y que no significa nada dentro de los límites de mi condición? Si yo fuese un árbol entre los árboles, un gato entre los animales, esta vida tendría un sentido o, más bien, este problema no lo tendría, pues yo formaría parte de este mundo. Yo sería este mundo, al que me opongo ahora con toda mi conciencia y con toda mi exigencia de familiaridad. Esta razón tan irrisoria es la que me opone a toda la creación. No puedo negarla de un plumazo. Por lo tanto, debo mantener lo que creo cierto. Debo sostener lo que me parece tan evidente, inclusive contra mí mismo. ¿Y qué es lo que constituye el fondo de este conflicto, de esta fractura entre el mundo y mi espíritu, sino la conciencia que tengo de él? Por lo tanto, si quiero mantenerlo, es mediante una conciencia perpetua, constantemente renovada, constantemente tensa. Esto es lo que debo retener por el momento. En este momento lo absurdo, a la vez tan evidente y tan difícil de conquistar, entra en la vida de un hombre y encuentra su patria. También en este momento el espíritu puede abandonar la vía árida y reseca del esfuerzo lúcido. Ahora desemboca en la vida cotidiana. Vuelve a encontrar el mundo del "se" anónimo, pero el hombre entra en él en adelante con su rebelión y su clarividencia. Ha desaprendido a esperar. Este infierno del presente es por fin su reino. Todos los problemas recuperan su filo. La evidencia abstracta se retira ante el lirismo de las formas y los colores. Los conflictos espirituales se encarnan y vuelven a encontrar el refugio miserable y magnífico del corazón del hombre. Ninguno está resuelto, pero todos se han transfigurado. ¿Se va a morir, a escapar mediante el salto, a reconstruir una casa de ideas y formas a la medida propia? ¿Se va, por el contrario, a mantener la apuesta desgarradora y maravillosa de lo absurdo? Hagamos a este respecto un último esfuerzo y saquemos todas nuestras consecuencias. El cuerpo, la ternura, la creación, la acción, la nobleza humana, volverán entonces a ocupar su lugar en este mundo insensato. El hombre volverá a encontrar en él finalmente el vino de lo absurdo y el pan de la indiferencia con que se nutre su grandeza. 


Insistimos todavía en el método: se trata de obstinarse. En cierto punto de su camino, el hombre absurdo es solicitado. La historia no carece de religiones ni de profetas, inclusive sin dioses. Se le pide que salte. Todo lo que puede responder es que no comprende bien, que eso no es evidente. No quiere hacer, precisamente, sino lo que comprende bien. Le aseguran que eso es pecado de orgullo, pero no entiende la noción de pecado; que quizás el infierno está al final, pero no tiene bastante imaginación para representarse ese extraño porvenir; que pierde la vida inmortal, pero eso le parece fútil. Quisieran hacerle reconocer su culpabilidad. El se siente inocente. Para decir la verdad, sólo siente eso, su inocencia irreparable. Ella es la que le permite todo. Así, lo que se exige a sí mismo es vivir solamente con lo que sabe, arreglárselas con lo que es y no hacer que intervenga nada que no sea cierto. Le responden que nada lo es. Pero eso, por lo menos, es una certidumbre. Con ella es con la que tiene que ver: quiere saber si es posible vivir sin apelación. 


Ahora puedo abordar la noción de suicidio. Se ha advertido ya qué solución es posible darle. En este punto se invierte el problema. Anteriormente se trataba de saber si la vida debía tener un sentido para vivirla. Ahora parece, por el contrario, que se la vivirá tanto mejor si no tiene sentido. Vivir una experiencia, un destino, es aceptarlo plenamente. Ahora bien, no se vivirá ese destino, sabiendo que es absurdo, si no se hace todo para mantener ante uno mismo ese absurdo puesto de manifiesto por la conciencia. Negar uno de los términos de la oposición de que vive es eludirlo. Abolir la rebelión consciente es eludir el problema. El rema de la revolución permanente se ha trasladado así a la experiencia individual. Vivir es hacer que viva lo absurdo. Hacerlo vivir es, ante todo, contemplarlo. Al contrario de Eurídice, lo absurdo no muere sino cuando se le da la espalda. Una de las únicas posiciones filosóficas coherentes es, por lo tanto, la rebelión. Es una confrontación perpetua del hombre con su propia oscuridad. Es exigencia de una transparencia imposible. Vuelve a poner al mundo en duda en cada uno de sus segundos. Así como el peligro proporciona al hombre la irremplazable ocasión de asirlo, también la rebelión metafísica extiende la conciencia a lo largo de la experiencia. Es esa presencia constante del hombre ante sí mismo. No es aspiración, pues carece de esperanza. Esta rebelión es la seguridad de un destino aplastante, menos la resignación que debería acompañarla. 


Aquí se ve hasta qué punto la experiencia absurda se aleja del suicidio. Se puede creer que el suicidio sigue a la rebelión, pero es un error, pues no simboliza su resultado lógico. Es exactamente su contrario, por el consentimiento que supone. El suicidio, como el salto, es la aceptación en su límite. Todo está consumado y el hombre vuelve a entrar en su historia esencial. Discierne su porvenir, su único y terrible porvenir, y se precipita en él. A su manera, el suicidio resuelve lo absurdo. Lo arrastra a la misma muerte. Pero yo sé que para mantenerse, lo absurdo no puede resolverse. Escapa al suicidio en la medida en que es al mismo tiempo conciencia y rechazo de la muerte. Es, en la punta extrema del último pensamiento del condenado a muerte, ese cordón de zapato que a pesar de todo divisa a algunos metros, al borde mismo de su caída vertiginosa. Lo contrario del suicida, precisamente, es el condenado a muerte. 


Esta rebelión da su precio a la vida. Extendida a lo largo de toda una existencia, le restituye su grandeza. Para un hombre sin anteojeras no hay espectáculo más bello que el de la inteligencia en lucha con una realidad que la supera. El espectáculo del orgullo humano es inigualable. Las depreciaciones no servirán de nada. Esta disciplina que el espíritu se dicta a sí mismo, esta voluntad bien armada, este frente a frente tienen algo de poderoso y de singular. Empobrecer esta realidad cuya inhumanidad hace la grandeza del hombre, supone empobrecerle a él al mismo tiempo. Comprendo por qué las doctrinas que me explican todo me debilitan al mismo tiempo. Me libran del peso de mi propia vida y, sin embargo, es necesario que lo lleve yo solo. En esta situación no puedo concebir que una metafísica escéptica pueda aliarse con una moral del renunciamiento. 


Estos rechazos, conciencia y rebelión, son lo contrario del renunciamiento. Contrariamente a su vida, todo lo irreductible y apasionado que hay en un corazón humano los anima. Se trata de morir irreconciliado y no de buena gana. El suicidio es un desconocimiento. El hombre absurdo no puede sino agotarlo todo y agotarse. Lo absurdo es su tensión más extrema, la que mantiene constantemente con un esfuerzo solitario, pues sabe que con esa conciencia y esa rebelión al día testimonia su única verdad, que es el desafío. Esta es una primera consecuencia. 


Si me mantengo en esta posición concertada que consiste en sacar todas las consecuencias (y sólo ellas) que contiene una noción descubierta, me encuentro frente a una segunda paradoja. Para permanecer fiel a este método, no tengo que entendérmelas con el problema de la libertad metafísica. No me interesa saber si el hombre es libre. No puedo experimentar sino mi propia libertad. Sobre ella no puedo tener nociones generales, sino algunas apreciaciones claras. El problema de la "libertad en sí" no tiene sentido, pues está ligado de una manera muy distinta al de Dios. Saber si él hombre es libre exige que se sepa si puede tener un amo. La absurdidad particular de este problema viene del hecho de que la noción misma que hace posible el problema de la libertad le quita al mismo tiempo todo su sentido. Pues ante Dios, más que el problema de la libertad, hay el problema del mal. Se conoce la alternativa; o bien no somos libres y Dios todopoderoso es responsable del mal, o bien somos libres y responsables, pero Dios no es todopoderoso. Todas las sutilezas de escuela no han añadido ni quitado nada a lo decisivo de esta paradoja. 


Por eso no puedo perderme en la exaltación o la simple definición de una noción que me escapa y pierde su sentido desde el momento que sobrepasa el marco de mi experiencia individual. No puedo comprender lo que sería una libertad que me fuera dada por un ser superior. He perdido el sentido de la jerarquía. No puedo tener de la libertad sino el concepto del prisionero o del individuo moderno en el seno del Estado. La única que conozco es la libertad de espíritu y de acción. Ahora bien, si lo absurdo aniquila todas mis probabilidades de libertad eterna, me devuelve y exalta, por el contrario, mi libertad de acción. Esta privación de esperanza y de porvenir significa un acrecentamiento en la disponibilidad del hombre. 


Antes de encontrar lo absurdo, el hombre cotidiano vive con finalidades, con un afán de porvenir o de justificación (no importa con respecto a quién o qué). Evalúa sus probabilidades, cuenta con el porvenir, con el retiro o el trabajo de sus hijos. Cree todavía que se puede dirigir algo en su vida. En verdad, obra como si fuese libre, aunque todos los hechos se encarguen de contradecir esa libertad. Pero después de lo absurdo todo se desquicia. La idea de que "existo", mi manera de obrar como si todo tuviera un sentido (incluso si, llegado el caso, dijese que nada lo tiene), todo esto se halla desmentido de una manera vertiginosa por la absurdidad de una muerte posible. Pensar en el mañana, fijarse una finalidad, tener preferencias, todo ello supone la creencia en la libertad, aunque a veces se asegure que no se la siente. 


Pero en ese momento sé muy bien que no existe esa libertad superior, esa libertad de ser que es la única que puede fundamentar una verdad. La muerte aparece como la única realidad. Después de ella ya no hay nada que hacer. Ya no tengo la libertad de perpetuarme, sino que soy esclavo, y sobre todo, esclavo sin esperanza de revolución eterna, sin que pueda recurrir al desprecio. ¿Y quién puede seguir siendo esclavo sin revolución y sin desprecio? ¿Qué libertad en su pleno sentido puede existir sin seguridad de eternidad? Pero al mismo tiempo el hombre absurdo comprende que hasta entonces estaba ligado a ese postulado de libertad, con cuya ilusión vivía. En cierto sentido, eso lo trababa. En la medida en que imaginaba una finalidad en su vida, se supeditaba a las exigencias de un propósito que había de alcanzar y se convertía en esclavo de su libertad. Así, ya no podré obrar sino como el padre de familia (o el ingeniero, o el conductor de pueblos, o el supernumerario de correos) que me dispongo a ser. Creo que puedo elegir ser esto en vez de otra cosa. Lo creo inconscientemente, es cierto. Pero sostengo, al mismo tiempo que mi postulado, las creencias de quienes me rodean, los prejuicios de mi medio humano (¡los otros están tan seguros de ser libres y este buen humor es tan contagioso!). Por muy apartado que uno se pueda mantener de todo prejuicio, moral o social, se sufren en parte y hasta uno ajusta la vida a los mejores de ellos (pues hay prejuicios buenos y malos). Así el hombre absurdo comprende que no era. realmente libre. Para hablar claramente, en la medida en que espero o me preocupa una verdad que me sea propia, una manera de ser o de crear, en la medida, en fin, en que ordeno mi vida y pruebo con ello que admito que tiene un sentido, me creo unas barreras entre las que encierro mi vida. Hago como tantos funcionarios del espíritu y del corazón que sólo me inspiran aversión y que no hacen otra cosa, lo veo bien ahora, que tomarse en serio la libertad del hombre. 


Lo absurdo me aclara este punto: no hay mañana. Esta es en adelante la razón de mi libertad profunda. Haré a este respecto dos comparaciones. Ante todo están los místicos, quienes encuentran una libertad que darse. Al abismarse en su dios, al aceptar sus reglas se hacen secretamente libres a su vez. En la esclavitud espontáneamente consentida vuelven a encontrar una independencia profunda. ¿Pero qué significa esa libertad? Puede decirse, sobre todo, que se sienten libres frente a sí mismos y menos libres que liberados. Del mismo modo, completamente vuelto hacia la muerte (tomada aquí como la absurdidad más evidente), el hombre absurdo se siente desligado de todo lo que no es esa atención apasionada que cristaliza en él. Disfruta de una libertad con respecto a las reglas comunes. Se ve en esto que los temas de partida de la filosofía existencialista conservan todo su valor. La vuelta a la conciencia, la evasión del sueño cotidiano son los primeros pasos de la libertad absurda. Pero a lo que se tiende es a la predicación existencial y con ella a ese salto espiritual que en el fondo escapa a la conciencia. De la misma manera (esta es mi segunda comparación) los esclavos de la antigüedad no se pertenecían. Pero conocían esa libertad que consiste en no sentirse responsable . También la muerte tiene manos patricias que aplastan pero liberan. 


Abismarse en esta certidumbre sin fondo, sentirse en adelante lo bastante extraño a la propia vida para aumentarla y recorrerla sin la miopía del amante es el principio de una liberación. Esta independencia nueva tiene un plazo, como toda libertad de acción. No extiende un cheque sobre la eternidad. Pero reemplaza a las ilusiones de la libertad, todas las cuales terminaban con la muerte. La divina disponibilidad del condenado a muerte ante el que se abren las puertas de la prisión cierta madrugada, ese increíble desinterés por todo, salvo por la llama pura de la vida, ponen de manifiesto que la muerte y lo absurdo son los principios de la única libertad razonable: la que un corazón humano puede sentir y vivir. Esta es una segunda consecuencia. El hombre absurdo entrevé así un universo ardiente y helado, transparente y limitado en el que nada es posible pero donde todo está dado, y más allá del cual sólo están el hundimiento y la nada. Entonces puede decidirse a aceptar la vida en semejante universo y sacar de él sus fuerzas, su negación a esperar y el testimonio obstinado de una vida sin consuelo. 


¿Pero qué significa la vida en semejante universo? Por el momento nada más que la indiferencia por el porvenir y el ansia de agotar todo lo dado. La creencia en el sentido de la vida supone siempre una escala de valores, una elección, nuestras preferencias. La creencia en lo absurdo, según nuestras definiciones, enseña lo contrario. Pero merece la pena que nos detengamos en esto. 


Saber si se puede vivir sin apelación es todo lo que me interesa. No quiero salir de este terreno. Se me ha dado este rostro de la vida; ¿puedo acomodarme a él? Ahora bien, frente a esta preocupación particular, la creencia en lo absurdo equivale a reemplazar la calidad de las experiencias por la cantidad. Si me convenzo de que esta vida no tiene otra faz que la de lo absurdo, si siento que todo su equilibrio se debe a la perpetua oposición entre mi rebelión consciente y la oscuridad en que forcejeo, si admito que mi libertad no tiene sentido sino con relación a su destino limitado, entonces debo decir que lo que cuenta no es vivir lo mejor posible, sino vivir lo más posible. No tengo por qué preguntarme si esto es vulgar o repugnante, elegante o lamentable. De una vez por todas, los juicios de valor quedan descartados aquí en beneficio de los juicios de hecho. Sólo tengo que sacar las conclusiones de lo que puedo ver y no aventurar nada que sea una hipótesis. Si supusiera que vivir así no sería honesto, la verdadera honestidad me ordenaría que fuese deshonesto. 


Vivir lo más posible, en su sentido amplio, es una regla de vida que nada significa. Hay que precisarla. Parece, ante todo, que no se ha ahondado suficientemente esta noción de cantidad, pues puede dar cuenta de una gran parte de la experiencia humana. La moral de un nombre, su escala de valores no tienen sentido sino por la cantidad y variedad de experiencias que ha podido acumular. Ahora bien, las condiciones de la vida moderna imponen a la mayoría de los hombres la misma cantidad de experiencias y, por lo tanto, la misma experiencia profunda. Ciertamente, hay que tener en cuenta también la aportación espontánea del individuo, lo que en él está "dado". Pero no puedo juzgar esto y una vez más mi regla consiste en arreglarme con la evidencia inmediata. Veo entonces que la característica propia de una moral común reside menos en la importancia ideal de los principios que la animan que en la norma de una experiencia que es posible calibrar. Forzando un poco las cosas, los griegos tenían la moral de sus ocios como nosotros tenemos la de nuestras jornadas de ocho horas. Pero ya muchos hombres, y entre ellos los más trágicos, nos hacen presentir que una experiencia más larga cambia este cuadro de valores. Nos hacen imaginar a ese aventurero de lo cotidiano que mediante la simple cantidad de las experiencias batiese todos los récords (empleo a propósito esta expresión deportiva) y ganara así su propia moral . Alejémonos, no obstante, del romanticismo y preguntémonos solamente qué puede significar esta actitud para un hombre decidido a mantener su apuesta y a observar estrictamente lo que él cree que es la regla del juego. 


Batir todos los récords es, ante todo y únicamente, estar frente al mundo con la mayor frecuencia posible. ¿Cómo se puede hacer esto sin contradicciones y sin juegos de palabras? Pues, por una parte, lo absurdo enseña que todas las experiencias son indiferentes y, por la otra, impulsa a la mayor cantidad de experiencias. ¿Cómo no hacer entonces lo que han hecho tantos de esos hombres de los que hablaba más arriba: elegir la forma de vida que nos aporte la mayor cantidad posible de esa materia humana, introducir con ello una escala de valores que por otro lado se pretende rechazar? Pero sigue siendo lo absurdo y su vida contradictoria lo que nos enseña. Pues el error consiste en pensar que esta cantidad de experiencias depende de las circunstancias de nuestra vida, cuando sólo depende de nosotros. A este respecto hay que ser simplista. A dos hombres que viven el mismo número de años, el mundo les proporciona siempre la misma cantidad de experiencias. A nosotros nos corresponde tener conciencia de ellas. Sentir la propia vida, su rebelión, su libertad, y lo más posible, es vivir lo más posible. Donde reina la lucidez se hace inútil la escala de valores. 


Seamos todavía más simplistas. Digamos que el único obstáculo, la única pérdida "por falta de ganancia" lo constituye la muerte prematura. El universo aquí sugerido no vive sino por oposición a esa excepción constante que es la muerte. Por eso ninguna profundidad, ninguna emoción, ninguna pasión ni ningún sacrificio podrían hacer iguales a los ojos del nombre absurdo (aunque lo desease) una vida consciente de cuarenta años y una lucidez que abarca sesenta años. La locura y la muerte son sus elementos irremediables. El hombre no elige. Lo absurdo y el aumento de vida que implica no dependen, por lo tanto, de la voluntad del hombre, sino de su contrario, que es la muerte. Si se pesan bien las palabras, se trata únicamente de una cuestión de suerte. Hay que saber consentir en ella. Veinte años de vida y de experiencias no se reemplazarán ya nunca. Por una extraña inconsecuencia, en una raza tan avisada, los griegos pretendían que los hombres que morían jóvenes fueran amados por los dioses. Y esto no es cierto, salvo si se quiere creer que entrar en el mundo irrisorio de los dioses es perder para siempre el más puro de los goces, que es el de sentir, y sentir en esta tierra. El presente y la sucesión de los presentes ante un alma sin cesar consciente, tal es el ideal del hombre absurdo. Pero aquí la palabra ideal tiene un sonido falso. No es ni siquiera su vocación, sino sólo la tercera consecuencia de su razonamiento. 


Habiendo partido de una conciencia angustiada de lo inhumano, la meditación sobre lo absurdo vuelve al final de su itinerario al seno mismo de las llamas apasionadas de la rebelión humana. Así saco de lo absurdo tres consecuencias, que son mi rebelión, mi libertad y mi pasión. Con el solo juego de la conciencia transformo en regla de vida lo que era invitación a la muerte, y rechazo el suicidio. Conozco, sin duda, la sorda resonancia que corre a lo largo de estas jornadas. Pero sólo tengo que decir que es' necesaria. Cuando Nietzsche escribe: "Parece claramente que lo principal en el cielo y en la tierra es obedecer largo tiempo y en una misma dirección: a la larga resulta de ello algo por lo que vale la pena vivir en esta tierra, como por ejemplo la virtud, el arte, la música, la danza, la razón, el espíritu, algo que transfigura, algo refinado, loco o divino", ilustra la regla de una moral de gran porte. Pero muestra también el camino del hombre absurdo. Obedecer a la llama es a la vez lo más fácil y más difícil. Es bueno, sin embargo, que el hombre, al medirse con la dificultad, se juzgue de vez en cuando. Es el único que puede hacerlo. "La plegaria —dice Alain— se hace cuando la noche desciende sobre el pensamiento". "Pero es necesario que el espíritu se encuentre con la noche", contestan los místicos y los existencialistas. Ciertamente, pero no esa noche que nace bajo los ojos cerrados y por la sola voluntad del hombre, noche sombría y cerrada que el espíritu suscita para perderse en ella. Si debe encontrarse con una noche, ésta debe ser más bien la de la desesperación, que sigue siendo lúcida, noche polar, vigilia del espíritu, de la que surgirá, quizás, esa claridad blanca e intacta que dibuja cada objeto en la luz de la inteligencia. A esta altura, la equivalencia coincide con la comprensión apasionada. Entonces ni siquiera se trata de juzgar el salto existencial. 


Vuelve a ocupar su fila en medio del fresco secular de las actitudes humanas. Para el espectador, si es consciente, ese salto sigue siendo absurdo. En la medida en que cree resolver la paradoja, la restituye por completo. A este título, es conmovedor. A este título, todo vuelve a ocupar su lugar y el mundo absurdo renace con su esplendor y su diversidad. Pero es malo detenerse, difícil contentarse con una sola manera de ver, privarse de la contradicción, la más sutil, quizá, de todas las formas espirituales. Lo que precede define solamente una manera de pensar. Ahora se trata de vivir.


Bloghemia

¿ONG benefica?


Catar - Millones para el islam de Europa

 

viernes, 22 de enero de 2021

Antigüedad

 LA HISTORIA MÁS VIEJA DEL MUNDO: MITOS DE LAS PLÉYADES PODRÍAN TENER MÁS DE 100 MIL AÑOS DE ANTIGÜEDAD


LAS 7 HERMANAS APARECEN EN LA MITOLOGÍA AUSTRALIANA Y GRIEGA Y PODRÍAN TENER UN TRONCO COMÚN.


Las Pléyades tienen la particularidad de ser una constelación que por una u otra razón tiene un lugar importante en la mitología de numerosos pueblos, entre otros, los antiguos griegos, los aborígenes australianos y los mayas. Lo fascinante es que además, al menos en el caso de la mitología griega y la de los aborígenes australianos, la temática que acompaña a estas estrellas es común. 


Las Pléyades son conocidas en la cultura grecolatina como "las siete hermanas", pero si uno mira cuidadosamente se da cuenta de que sólo hay seis. El profesor Ray Norris de la Universidad Western Sidney tiene una interesante explicación al respecto. Según Norris, la mitología de las Pléyades podría tener más de cien mil años y remontarse a un tiempo en el que al mirar al cielo en su dirección se habrían contado siete estrellas.


En Grecia, las Pléyades son las siete hijas de Atlas, quien carga el mundo por la eternidad y por lo tanto no puede cuidar a sus hijas que son perseguidas por el cazador Orión, quien quiere violarlas. Zeus las transforma en estrellas para salvarlas. Pero hay otra historia que narra que una de las hermanas cayó al mundo al enamorarse de un mortal, por lo que desde la Tierra sólo se observan seis estrellas. 


En las historias de los pueblos originarios de Australia, las Pléyades son un grupo de niñas ricas y Orión también es una especie de cazador, particularmente un cazador de mujeres. Los aborígenes australianos cuentan que los hombres de Orión persiguen a las mujeres de las Pléyades y una de las hijas pleyadianas ha muerto o está oculta.


Ray Norris y su colega Barnaby Norris sugieren que el mito original podría venir de un ancestro común, posiblemente los humanos que vivieron en África antes de las migraciones ocurridas hace cien mil años. Esto tendría una explicación astronómica: Pléyone, la séptima hermana, actualmente está muy cerca de Atlas, pero hace cien mil años habría estado más cerca de las otras seis hermanas (además de ser más visible por estar alejada de Atlas) y fácilmente podría haber sido considerada parte de esta constelación.


Ray y Barnaby Norris se preguntan si la historia de las Pléyades no es la historia más vieja del mundo, y ciertamente es una buena candidata. Sabemos que mucho de la religión antigua es una especie de astroteología mezclada con chamanismo. En los astros se encuentra buena parte de la historia más profunda de nuestra especie.


Pijama Surf

Thierry Meyssan

 El jeque Rohani siembra la confusión en ‎Medio Oriente

Si Joe Biden acaba siendo entronizado como presidente de Estados Unidos, es posible ‎que apoye los proyectos de los presidentes de Irán y de Turquía. Biden podría favorecer ‎la creación de un imperio regional iraní en Levante y de un imperio regional turco en el ‎Cáucaso, en ambos casos en detrimento de Rusia. Este trabajo pasa revista a los ‎cambios registrados en Irán.‎

El jeque Hassan Rohani, actual presidente de la República Islámica de Irán, en realidad es un ‎viejo socio de Israel. Rohani pretende hoy recuperar el estatus de “gendarme regional” que ‎Irán llegó a tener en tiempos del shah Mohamed Reza Pahlevi.‎


En Irán existe un gran antagonismo entre el gobierno del jeque Hassan Rohani y los Guardianes de ‎la Revolución. Los Guardianes de la Revolución no dependen del gobierno de Rohani sino que ‎están directamente bajo las órdenes del Guía Supremo, el ayatola Alí Khamenei. ‎ ‎


El proyecto del presidente Rohani: capitalismo e imperialismo regional


El jeque Rohani es miembro del clero chiita, como el ayatola Khamenei. Pero los Guardianes de la ‎Revolución no son miembros del clero sino soldados. ‎


Los Guardianes de la Revolución son discípulos del imam Khomeini y se plantean como objetivo ‎exportar la revolución antimperialista y liberar el mundo del imperio anglosajón (Estados Unidos ‎‎+ Reino Unido + Israel) que tanto sufrimiento ha causado a Irán. No tienen ningún tipo de ‎vínculo con el ejército regular iraní, que depende del presidente de la República Islámica (el jeque ‎Rohani) y cuya única misión es garantizar la defensa del país. ‎


Durante la larga guerra que Irak emprendió contra Irán por cuenta de Estados Unidos, el jeque ‎Rohani era parlamentario. En aquella época, Rohani se entendió con Washington para obtener la ‎liberación de rehenes estadounidenses en Líbano a cambio de aprovisionamiento en armas ‎garantizado por Estados Unidos. Posteriormente, Israel se puso en contacto con Rohani para ‎armar a su país. Fue Rohani quien introdujo en ese juego a su mentor, el hodjatoleslam Akbar ‎Hashemi Rafsanyani. Rohani y Rafsanyani organizaron juntos el tráfico de armas (que al salir a la ‎luz pública dio inicio al escándalo conocido como “Irán-Contras”, en 1986), que significó muerte y ‎desolación para la Nicaragua sandinista mientras que alimentaba aún más la fortuna del ya muy ‎acaudalado Rafsanyani.‎


Años después, como resultado de una nueva negociación secreta con Estados Unidos en Omán, ‎el ayatola Khamenei designó al jeque Rohani para sustituir al entonces presidente de Irán, ‎Mahmud Ahmadineyad. Durante la campaña electoral que precedió la elección presidencial iraní ‎de 2013, el jeque Rohani se presentó como un partidario del naciente capitalismo financiero y ‎declaró que Irán tenía que dejar de financiar movimientos revolucionarios extranjeros, aunque ‎fuesen chiitas, como el Hezbollah libanés. Con ese discurso, Rohani estaba ofreciendo garantías a ‎Estados Unidos y a Israel. ‎


Ya electo presidente de Irán, el jeque Rohani negoció inmediatamente con Estados Unidos –‎conforme a las instrucciones del Guía, el ayatola Khamenei. Su ambición era recuperar el papel de ‎gendarme regional que el imperialismo anglosajón había asignado en el pasado al shah Mohamed ‎Reza Pahlevi –con el derrocamiento del shah, ese papel había pasado sucesivamente a manos del ‎Irak de Saddam Hussein y después a Arabia Saudita. ‎


Por tratarse de un objetivo en total contradicción con el legado del imam Khomeini, Teherán ‎y Washington presentaron sus negociaciones como tendientes a poner fin al programa nuclear ‎iraní. Seguidamente incorporaron a los demás miembros del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania a ‎una serie de reuniones en Ginebra, reuniones que rápidamente conducirían a un acuerdo sobre el ‎tema nuclear, en 2013. Aquel acuerdo no sorprendió a Alemania, China, Francia, Reino Unido ‎y Rusia porque ya sabían que Irán había abandonado la investigación nuclear con fines militares ‎desde 1988. ‎


Todavía hubo un año de pausa, utilizado para proseguir las negociaciones bilaterales entre ‎Teherán y Washington. Durante ese periodo, el ahora presidente Rohani procedió discretamente ‎a retirar su embajador de Siria y los créditos iraníes al gobierno sirio. Sólo se mantuvieron ‎en Siria los Guardianes de la Revolución, frente a la OTAN y a los yihadistas utilizados por ‎Occidente para destruir la República Árabe Siria. Finalmente, el acuerdo negociado con los 5+1 ‎fue firmado públicamente en Viena, el 14 de julio de 2015. ‎


De paso, el jeque Rohani negoció con Austria un acuerdo que le permitiría exportar el gas iraní ‎a Europa, en detrimento de Rusia. Pero ese acuerdo nunca llegó a concretarse. ‎


El jeque Hassan Rohani esperó hasta su segunda campaña electoral, al cabo de la cual fue reelecto ‎presidente, en 2017, para permitir que se conociera su proyecto: restaurar el imperio safávida. ‎Pero siguió actuando con toda prudencia ya que la revelación se hizo a través de una publicación ‎de su think-tank mientras que Rohani seguía utilizando la retórica del imam Khomeiny. ‎El imperio safávida [de 1501 a 1736] se constituyó alrededor del culto musulmán chiita y el ‎nuevo «Gran Irán» abarcaría también el Líbano, Siria, Irak y Azerbaiyán, bajo la autoridad del ‎Guía de la Revolución. ‎


Consecuencias del proyecto del presidente Rohani

El texto sobre el verdadero proyecto de Rohani fue inmediatamente traducido al árabe y estremeció el ‎Medio Oriente ampliado (o Gran Medio Oriente) ya que Azerbaiyán es un país casi enteramente ‎chiita, pero no es así en los demás países mencionados.‎

• En Líbano, el Hezbollah ha visto aparecer en su seno dos tendencias: la primera está ‎encabezada por su secretario general, Hassan Nasrallah, quien defiende una línea nacionalista ‎libanesa, mientras que la otra, lidereada por el jeque Naim Qassem aplaudió ruidosamente al ‎jeque Rohani.‎

• En Siria, donde los chiitas son una pequeña minoría, el presidente Bachar al-Assad –chiita pero ‎profundamente laico– disimuló su cólera prefiriendo ignorar tal proyecto.‎

• En Irak, país donde la población chiita es mayoritaria –pero también profundamente ‎nacionalista en su mayoría–, la mayoría de los chiitas, entre ellos el líder Moqtada el-Sadr, han ‎preferido volverse hacia Arabia Saudita (sunnita).‎

• En Irán, el general Qassem Suleimani, jefe de los Guardianes de la Revolución, se convirtió en ‎el principal adversario del presidente Rohani.‎

• En Azerbaiyán, país simultáneamente chiita y turcoparlante, la clase dirigente prefirió ‎acercarse a Turquía, con la cual finalmente emprendió la guerra contra Armenia en el Alto ‎Karabaj. ‎


Fue en ese contexto que el presidente estadounidense Donald Trump sacó a Estados Unidos del ‎acuerdo 5+1 (JCPoA) sobre el tema nuclear. Pero su objetivo –contrariamente a la lectura que de ‎ese hecho se hace en Europa occidental– no era destruir el legado supuestamente pacífico de su ‎predecesor, Barack Obama, sino oponerse a la reorganización implícita en el proyecto del jeque ‎Rohani: el Levante para Irán y el Cáucaso para Turquía. El único criterio de la Casa Blanca era ‎evitar nuevas guerras que exijan despliegue de tropas estadounidenses. ‎


La extrema desigualdad entre el modo de vida de las familias de los miembros del gobierno del ‎jeque Rohani y las dificultades cotidianas que enfrenta la mayoría de los iraníes provocó grandes ‎motines a finales de 2017. El ex presidente Ahmadineyad se implicó en esas protestas, tanto ‎contra el presidente Rohani como contra el Guía. La represión fue terrible –quizás con un millar ‎de muertos– y varios ex miembros del gobierno de Ahmadineyad fueron sometidos a juicios ‎secretos y condenados duras penas de cárcel bajo cargos que no se han dado a conocer. ‎


Para mostrar que Washington no trataría de seguir utilizando a los sunnitas contra los chiitas ni a ‎los árabes contra los persas, el presidente Trump ordenó asesinar sucesivamente a los dos ‎principales jefes militares de cada bando: el “califa” sunnita del Emirato Islámica (Daesh), ‎Abou Bakr al-Baghdadi, y el general chiita iraní Qassem Suleimani, jefe de la fuerza Al-Qods de los ‎Guardianes de la Revolución. ‎


De esa manera, Trump trataba de demostrar también que Estados Unidos sigue controlando la ‎región, pero a la vez favorecía –quizás sin intención de hacerlo– al bando del jeque Rohani ‎en Irán. Por su parte, Rohani condenó ruidosamente al «Gran Satán» y acusó al jefe de los ‎servicios secretos iraquíes, Mustafá al-Kazimi, de ser cómplice de los estadounidenses. ‎Sin embargo, cuando al-Kazimi fue nombrado primer ministro –sólo semanas después del ‎asesinato del general Suleimani–, Rohani estuvo entre los primeros en felicitarlo y expresó su ‎propio regocijo por el nombramiento. ‎


Ya a finales de 2020, los amigos israelíes del jeque Rohani hicieron asesinar al general Mohsen ‎Fakhrizadeh, importante científico nuclear y camarada del general Suleimani, con lo cual quedó ‎decapitada la tendencia khomeinista. ‎



El jeque Rohani e Israel


El presidente y jeque iraní Rohani está dispuesto a dejar Azerbaiyán en manos de Turquía si ‎le dejan el Levante, región donde –a pesar de lo que se afirma en Occidente– puede contar ‎con la ayuda de Israel, país para el cual Rohani, lejos de ser un enemigo, es un socio de ‎larga data. Basta recordar, lo que ya mencionamos antes en este mismo trabajo: Rohani fue el ‎primer contacto de Israel en el asunto Irán-Contras (1985-1986). ‎


Rohani también administró el 50% del oleoducto Eilat-Ascalón y sus dos terminales, ‎indispensables para la economía de Israel. A finales de 2017, la comisión de Exteriores y Defensa ‎del parlamento israelí prohibió toda publicación al respecto con la amenaza de una condena de ‎‎15 años de cárcel para quien se atreviese a mencionar el tema. ‎


Rohani siempre ha recibido periódicamente en Teherán a Iddo Netanyahu, hermano del ‎primer ministro israelí Benyamin Netanyahu. Iddo es un discreto dramaturgo que vive entre ‎Estados Unidos, Israel e Irán, y posee una residencia permanente en cada uno de esos 3 países. ‎


Actualmente, el jeque-presidente Hassan Rohani espera poder concretar su proyecto si ‎finalmente Joe Biden es entronizado como presidente de Estados Unidos. Ni siquiera será ‎necesario restaurar el acuerdo ficticio sobre la cuestión nuclear sino sólo permitir que Teherán ‎vuelva a ser el gendarme de la región. ‎


Red Voltaire

Antigua Grecia

 Frase del Día



miércoles, 20 de enero de 2021

Salmos 23

“Unges mi cabeza con aceite”


¿Que significa?


A menudo las ovejas quedan con sus cabezas atrapadas en zarzas y mueren tratando de desenredarse. Y hay moscas horribles que les gusta atormentar a las ovejas al poner huevos en sus fosas nasales que luego se convierten en gusanos e impulsan las ovejas a golpear sus cabezas contra las rocas, a veces hasta la muerte. Sus oídos y ojos también son susceptibles al tormento de los insectos. Entonces el pastor unge toda la cabeza de la oveja con aceite. Y así de esa forma la oveja logra tener paz. Ese aceite forma una barrera de protección contra el mal que trata de destruirlas. ¿Tenés momentos de tormento mental? ¿Los pensamientos preocupantes invaden tu mente una y otra vez? ¿Te golpeás la cabeza contra la pared tratando de detenerlos? ¿Alguna vez le has pedido a Dios que ungiera tu cabeza con aceite? ¡Él tiene un suministro infinito! ¡Su aceite protege y hace posible que puedas fijar tu corazón, mente y ojos en Él...hoy y siempre! ¡Hay paz en el valle! ¡Que nuestro Padre unja tu cabeza con aceite hoy y siempre para que tu vida rebose de su espíritu, salud y bendiciones para siempre!


 

martes, 12 de enero de 2021

One Web

Internet desde el espacio

 

Era Postmoderna

 QUÉ ES EL INDIVIDUALISMO Y CÓMO IMPIDE LA TRANSFORMACIÓN COLECTIVA DE LA HUMANIDAD


EL ORIGEN DEL HIPERINDIVIDUALISMO MODERNO Y POR QUÉ ESTA ACTITUD E IDEOLOGÍA ES LO QUE IMPIDE QUE EL MUNDO PUEDA TRANSFORMARSE HACIA UNA VISIÓN MÁS UTÓPICA


En la época moderna –o posmoderna– en la que vivimos, se nos ha convencido de que el individuo independiente, libre y auténtico es la piedra angular de una sociedad igualmente libre y empoderada. Tenemos aún relativamente fresca la imagen de las grandes masas homogéneas controladas como rebaños del nazismo y estalinismo. O antes, de las masas dominadas por la Iglesia, el dogma y la superstición. Esto es justo lo que no queremos; esta diferencia, del mundo actual, en el que somos individuos que piensan por sí mismos, libres de rasgos gregarios y comunales, es lo que debemos proteger, es nuestro máximo logro como humanidad. Y todo lo que atenta contra esto es retrógrado, bárbaro, fanático.


Esta idea del individuo y del individualismo como objetivo existencial es relativamente nueva. El individuo -aunque nos parezca algo evidente: es lo que somos, individuos- se empieza a consolidar a partir del renacimiento y tiene su momento de despunte con la reforma y la ilustración –con las ideas de que el hombre es el centro del universo, de los derechos humanos, de la libertad de autodefinirse y demás–. Antes, la experiencia del ser en el mundo estaba dada con relación a la colectividad: el individuo se difuminaba en colectivos y el significado de su existencia estaba en cosas más grandes que él mismo, para las cuales vivía y en las cuales se disolvía. Pero aunque podemos trazar estos gérmenes de la conformación del individuo, lo que hoy llamamos individualismo –que es en realidad un hiperindividualismo– nació como tal a partir de las décadas de los sesenta y setenta, bajo la supuesta revolución de la contracultura. 


Podemos trazar la evolución del individualismo -o el individuo como eje de la realidad- a partir de la influencia de las ideas de Ayn Rand (especialmente la idea de que el fin de la existencia humana es la búsqueda de la propia felicidad), la noción inspirada por el movimiento de la contracultura (de los hippies) de que la revolución ocurría pero en el interior, solamente en la conciencia o de que se podían crear nuevos mundos pero dentro de la mente (y por lo tanto a lo que había que dedicar tiempo y esfuerzo era a desarrollarnos a nosotros mismos) pasando por la noción de la rebeldía del punk (que sería cooptada por el capitalismo: productos de consumo con los cuales afirmar la protesta y la diferencia) hasta el Internet y las redes sociales en las que lo fundamental es la autoexpresión y la autoedición de nuestras personalidades, dando lugar a lo que también se ha llamado un hipernarcisismo, que es también un utilitarismo egocéntrico. El periodista Adam Curtis, uno de los más lúcidos narradores de los eventos contemporáneos y las ideas que los subyacen, llamó a uno de sus documentales justamente "El siglo del yo" (The Century of the Self), sugiriendo que el siglo XX podía definirse como el siglo en el que el yo, o la preponderancia del individuo, logró consolidarse como la principal ideología de nuestra sociedad. En una entrevista, Curtis explicó qué es el individualismo y por qué impide la conformación de movimientos sociales que produzcan cambios verdaderos:


Las ideas de cambio no encuentran tracción por el surgimiento del individualismo, el cual en nuestra época puede rastrearse a la década de los 70.  [El individualismo es] esta idea de que tú y yo creemos que lo que queremos, pensamos y sentimos es lo verdadero y auténtico y nadie debe de decirnos qué hacer. Es una idea muy poderosa, que domina nuestra sociedad [a la cual contribuyeron] Margaret Thatcher y el punk. El problema es que la política no puede lidiar con esto, porque la política requiere que un partido político te diga "ven conmigo, únete y usaremos ese poder colectivo para cambiar el mundo", pero para hacer esto tienes que aceptar que eres parte de algo, tienes que rendirte a algo más grande. Para los movimientos radicales esto fue un desastre e incluso más para la política, porque los partidos políticos se desvanecieron; no tenían apoyo masivo y por lo tanto, no podían hacer lo que se supone que debían de hacer en una democracia: ser tu representante, tu puente hacia el poder, porque nos habíamos vuelto tan dispersos, tan incapaces de unirnos a la acción colectiva...


Adam Curtis, en su documental Hypernormalisation, cita el caso de Patti Smith quien, en su libro Just Kids, deja claro que los artistas y, en general las personas, están cansadas de marchar y participar en protestas y demás porque eso no logra nada. Pero, en cambio, pueden expresar su fastidio con el sistema de formas creativas, autoexpresándose. El arte se convierte en una serie de puntos de vista radicales, entre más únicos y personales mejor. El problema con esto es que se olvida algo que era evidente antes: "cuando estás en un grupo, puedes ser más poderoso. Puedes cambiar las cosas. Tienes una confianza cuando algo sale mal que no tienes cuando estás solo", dice Curtis. En nuestra era se cree que los individuos tienen el poder; o al menos las celebridades, y si quieres cambiar el mundo: vuélvete rico y famoso. Pero el poder de los individuos, incluso las celebridades, nunca podrá compararse con el de los grupos. El ser humano es un animal social y obtiene significado de los demás y nunca encontrará motivación y respaldo para actuar  de manera consistente sino es dentro de un grupo. Notablemente, también la felicidad de las personas no está en el ejercicio de sus derechos individuales sino en el asumir responsabilidades, en saber que lo que hacen importa. Es por ello que con el individualismo también asistimos a lo que Max Weber veía como un progresivo desencantamiento, consecuencia del capitalismo. Algo que se constata con el aumento exponencial de la ansiedad y la depresión en los últimos años a nivel global.


A menudo se cree que el individualismo fue un producto o efecto colateral del marketing capitalista, pero Curtis sugiere algo más sutil: el marketing –amoral como es– simplemente se aprovechó de una actitud que despuntaba entre la sociedad y con ello, por supuesto, radicalizó el individualismo. La oportunidad estaba dada: las personas, siguiendo la euforia del libre albedrío, de ser individuos, querían autoexpresarse como tales "pero no sabían hacerlo", no todos podían ser artistas, pero todos podían comprar objetos que los diferenciaran y que les dieran un pedazo de identidad. 


En el movimiento hippie se alentaba a las personas a ser auténticas al responder a su yo  -esto era una reacción ante el conformismo, ante el viejo modo de política en el que se te decía qué hacer-. Ahora era "yo quiero hacer lo que quiero hacer", se trataba de buscar el yo verdadero. 


Es un error creer que importantes cambios sociales -como acabar con la segregación racial en Estados Unidos o los derechos de las mujeres y demás- fueron producidos por la contracultura:


Los cambios verdaderos fueron producidos por el movimiento de los derechos civiles, en el que activistas blancos y negros (muchos de ellos anónimos) en los 50 y 60 pasaron años dando sus vidas en el sur de Estados Unidos, a veces literalmente... De aquí surgió lo que se llamó la nueva izquierda, pero este movimiento se detuvo en los sesenta cuando surgió la contracultura, porque la contracultura empezó con el mensaje de que "nunca vas a acabar con el Hombre [the Man, el poder fáctico], no tienes el poder", por lo que la forma de hacerlo era cambiarte a ti mismo. Fue el surgimiento de un nuevo hiperindividulismo... ya no se trataba de ir al sur y de entregarse ahí en el anonimato, se trababa de la vanguardia de cambiarse a sí mismo, y de allí se transformaría el mundo –lo cual dejaba de lado a la política y creaba movimientos de psicoterapia radicales...


Este es el momento donde entra el marketing capitalista, porque: 


si vas a ser un individuo autoexpresivo –la meta misma de la existencia– ¿cómo haces esto? Porque no muchos sabían cómo o tenían la confianza para hacerlo. Yo argumento que el capitalismo consumista moderno entró y dijo: "Nosotros podemos ayudarte a hacer esto. Te podemos proveer con múltiples cosas para que puedas expresarte, gamas de ropas, coches, todo tipo de productos con los que podrías expresa tu identidad individual". Lo cual fue fantástico para el capitalismo porque podían ahora diversificarse y hacer muchos otros productos.


Surge entonces la directriz detrás del consumismo: productos para hacerte diferente, para verte especial, para que puedas expresarte y ser eso que eres que te hace único. El individuo moderno ya no quiere pertenecer a una masa social que le dé sentido y seguridad (religión, Estado, etc.), sino que quiere distinguirse, separarse y cosechar los beneficios de ser único y especial. Lo cool es ser rebelde, ser diferente, no ser parte de nada. Claro que esta autenticidad individualista es casi siempre una fantasía. Al querer ser únicos y especiales, nos volvemos igual que los demás: solitarios en nuestras trincheras, observadores de un pobre espectáculo que en algunas pocas ocasiones logra conmovernos lo suficiente para que firmemos una petición o salgamos a una marcha. Generalmente, sólo miramos la procesión de noticias de terror y escándalo con una mezcla de ansiedad, ironía, indiferencia, enojo e impotencia. Todos tenemos una opinión y creemos que nuestra opinión es única y muy valiosa. Octavio Paz entendió esto bien:


Las sociedades modernas me repelen por partida doble. Por una parte, han convertido a los hombres -una especie en la que cada individuo, según todas las filosofías y religiones, es un ser único- en una masa homogénea; los modernos parecen todos salidos de una fábrica y no de una matriz. Por otra, han hecho un solitario de cada uno de esos seres. Las democracias capitalistas no han creado la igualdad sino la uniformidad y  han substituido la fraternidad por la lucha permanente entre los individuos... Se creía que a medida que se ampliase la esfera privada y el individuo tuviese más tiempo libre para sí, aumentaría el culto a las artes, la lectura y la meditación. Hoy nos damos cuenta que el hombre no sabe qué hacer con su tiempo; se ha convertido en el esclavo de diversiones en general estúpidas y las horas que no dedica al lucro las consagra a un hedonismo fácil.


El mundo moderno ha logrado producir comodidad pero no felicidad en su sentido profundo, esto es, significado y propósito y no mero placer. Max Weber sugirió, hace casi cien años, que entraríamos en la "jaula de hierro de la racionalidad". Un mundo en el que todo estaría bien administrador y controlado, y todo sería eficiente, pero perderíamos el asombro ante lo misterioso y maravilloso. Curtis cree que esto es de lo que carece el mundo y por lo cual buscamos cosas como teorías de la conspiración "para reencantar el mundo, aunque sea de una forma distorsionada". Es por esto también que necesitamos de lo religioso, y es por ello que muchos movimientos radicales fanáticos de derecha galvanizan tan fácil a las personas –porque las personas están hambrientas de sentido, de asumirse dentro de algo más grande que ellas–.


Curtis considera que, en la actualidad, el poder está en los sistemas de manejo o administración, en las grandes redes de información descentralizada, en las finanzas y en los gigantes de Internet. Sugiere que el algoritmo ha logrado lo que los políticos no pueden:


El genio del poder moderno es que hace lo que no logran los políticos, mantener la sensación de individualismo. Las redes sociales hacen que sientas que te expresas y que eres totalmente tú en línea, expresando ideas o quejas o sentimientos y, sin embargo, a la vez sólo eres un componente dentro de un complejo circuito que te está observando y categorizando de tal forma que dice "Si está haciendo esto, eso significa que es como este grupo que categorizamos aquí, por lo cual podemos decirle a esa persona en el circuito 'ya que estás haciendo esto, no te gustaría esto otro', y tú dices "Sí, muy bien" –porque es como lo que hiciste antes y te hace sentir seguro dentro de tu individualidad–. Los modernos sistemas de management han logrado aceptar tu individualidad y expresividad, permitirte que sientas que cada vez eres más expresivo y a la vez manejarte callada y felizmente, sin que te des cuenta de que eres parte de un grupo, porque tú eres apenas un componente en el circuito, pero las computadoras sí lo ven y dicen "Ah, como éste hay 300 millones iguales..." Pero no es una conspiración, es un sistema que puede ver en la información que lee de ti y otros los patrones de los que eres parte y decir, "Ok, los colocaremos dentro de esta categoría".


Progresivamente el ser humano empieza a ceder su poder a las máquinas y a los programas informáticos. Se convierte en un componente dentro de un complejo engranaje que maneja el mundo de manera eficiente, que evita el riesgo, que trata de domar o, al menos, hacer que el caos de la realidad pase desapercibido. Al individuo le gustaría que el mundo cambiara, que fuera más justo, libre y equitativo, pero sin tener que entregar su seguridad, sin tener que aventurarse a lo desconocido o a perderse en el anonimato. Quiere cambiar el mundo, pero quiere también el crédito y reconocimiento por haberlo hecho. El punto que no cruza es justamente aquel en donde su identidad empieza a ser seriamente amenazada... Se aferra a la idea de que la libertad es hacer lo que uno quiere. Pero hay otras ideas de libertad. 


Para cuestionar el poder, debes de enfrentarte a él. Para hacer esto, debes adentrarte en grupo al bosque en la noche. Debes de ser poderoso y seguro como grupo. Y debes de hacer algo que creo que muchos artistas modernos y personas en general me parece encuentran muy difícil: entregarte a algo superior a ti. Hay otras ideas que han sido olvidadas de [lo que es la] libertad. Por ejemplo, la idea religiosa de libertad, creo que la frase es "en Su servicio, la libertad perfecta".

 

Esto es casi inconcebible para el individuo moderno, que la libertad verdadera sea disolverse en algo mayor, entregarse a él, abandonarse a sí mismo, darse por completo, sin buscar beneficio personal. De alguna manera se guía por aquella frase de Milton de Paradise Lost, la cúspide de la soberbia: "mejor reinar en el infierno que servir en el paraíso". Es quizás esta actitud la que impide que se pueda construir "un paraíso en la tierra".


* * * 


Como apéndice, es importante mencionar que muchas de las ideas que subyacen a la conformación del individualismo no son meros engaños o desvíos en los que ha caído la humanidad, sino que son parte de una evolución compleja, que a veces opera más en ciclos que como una línea recta. Por supuesto que el desarrollo individual, el autoconocimiento y la búsqueda del yo verdadero son cosas que tocan fibras profundas, casi intemporales, y que rinden también beneficios para el bienestar de una persona y el mundo cuando son llevados a sus últimas consecuencias y no seguidos como nuevas máscaras para el ego. Asimismo, la idea de que si uno cambia, el mundo cambia, es verdad en cierta forma, sin embargo, es el más endeble pensamiento new age pensar que esto es suficiente o que la experiencia de iluminación o conexión que tuve en un momento inusual va derramarse por el mundo, contagiando automáticamente a todos los seres sensibles por algún tipo de campo cuántico o conciencia colectiva. Si bien existen indicios de que puede existir tal cosa como una conciencia colectiva, siguiendo los trabajos de Rupert Sheldrake (resonancia mórfica) y del Global Consciousness Project de la Universidad de Princeton, los efectos de esta transformación colectiva son sumamente débiles en comparación con lo que puede hacer una persona que activamente busca a los otros, se organiza y crea un espacio de convivencia, comunicación y, posiblemente, de acción colectiva. Este fue por supuesto el error de los hippies, quienes tomaron demasiado LSD y fumaron demasiada marihuana y confiaron demasiado en el poder de la buena vibra -una buena vibra que ellos mismos no podían sostener cuando bajaban de sus viajes psicodélicos-. Lo verdaderamente revolucionario obviamente es trasladar el viaje cósmico o místico vivido en el interior al mundo exterior, la experiencia personal en experiencia colectiva. Hacer de una visión: comunión. Este es el verdadero arte, la verdadera labor profética. Pero como Curtis señala, el arte moderno no puede cumplir con su función de desafiar el poder y la realidad establecida, justamente porque está basado en pura autoexpresión, y el mundo mismo actualmente está basado en esa misma autoexpresión. Es por eso que el arte moderno se parece tanto a la publicidad y al capitalismo. Lo que está más allá de la autoexpresión es la rendición, el servicio, la disolución o la destrucción del individuo: hacerse nadie y nada en favor del todo, dejar que corra la energía vital sin exigir copyright. 


Al hipeindividualismo moderno ha contribuido en gran media a la espiritualidad moderna basada en ideas orientales de la búsqueda interior del yo, del alma o de algo auténtico y único que yace en la profundidad del ser. Estas ideas, si fueran llevadas a su última consecuencia -y no fueran mezcladas con el capitalismo consumista o con el "materialismo espiritual"- llevarían a lo opuesto del individualismo, puesto que, en el fondo de filosofías como el yoga, el vedanta o el budismo, está la noción de que el ser individual con el que nos identificamos es una ilusión y no existe de manera independiente. Lo real, el ser verdadero, la divinidad misma o la verdad -aquello que se busca- es lo que emerge cuando se elimina la ignorancia y la confusión, que es básicamente creer que uno existe como individuo separado en un mundo material -o en otras palabras cuando uno deja de creer que es lo más importante del universo (y es que la mayoría realmente creemos esto y vemos al mundo a través de este filtro de ser el centro del universo)-. Lo que piden estas filosofías o religiones es la aniquilación del yo, su anulación en algo más grande. Como dice Curtis "en Su servicio, la libertad perfecta". 


Todo esto es paradójico porque la mayoría de las personas cuando emprendemos una búsqueda "espiritual" lo hacemos por motivos egoístas, para obtener más seguridad, para volvernos más poderosos y consolidar nuestra identidad -ahora como personas espirituales, maestros de esto o aquello-. Pero esta búsqueda justamente implica, si es llevada a cabo de manera auténtica, la destrucción de aquello que de entrada nos impulsó a hacer la búsqueda en cierta forma: todo logro espiritual no podrá ser "nuestro", no podrá ser algo que poseemos, de otra manera, evidentemente, no es algo espiritual, puesto que lo realmente espiritual es siempre la anulación de la importancia personal en favor o servicio de algo más grande (Dios, la verdad, la humanidad, etc.). Esto es también lo verdaderamente moral, lo bueno, lo verdadero, lo bello. Es por ello que la religión en Occidente se ha convertido en espiritualidad new age mayormente, porque la espiritualidad new age no requiere algo tan radical. Uno puede seguir siendo un individuo y disfrutar de la vida moderna. No es necesario ni renunciar a nuestra propia identidad ni renunciar al mundo; sólo nos permite adaptarnos mejor y hacernos menos vulnerables al caos natural de la existencia. La espiritualidad así, es en realidad la forma en la que nuestro ego finge su muerte para consolidar su poder en la sombra. Es el meta-producto de consumo y, de hecho, la forma más ilusa de materialismo, un materialismo espiritual. 


 Pijama Surf


Citas de Adam Curtis: https://thecreativeindependent.com/people/adam-curtis-on-the-dangers-of-self-expression/