Batallas: Las Termópilas y Salamina
Cuando Jerjes y su ejército llegaron a las Termópilas creyeron empresa fácil arrollar aquel insignificante destacamento; pero Leónidas y su puñado de valientes se mantuvieron firmes. No había manera de romper la línea de espadas griegas. Durante tres días los persas atacaron sin cesar, perdiendo muchos centenares de hombres, en vano.
Finalmente, un pastor griego llamado Sfialtes guió al ejercito invasor a través de las montañas y Leónidas y sus hombres se encontraron atacados por delante y por detras. Uno por uno, todos murieron valerosamente en sus puestos. Habían dado al mundo el ejemplo mas grande de valor y sacrificio por la patria. Y, el lugar donde fueron inmolados, la severa Esparta hizo este epitafio: "Extranjero, ve y di a los lacedemonios que aqui hemos muerto obedeciendo sus ordenes."
Mientras se desarrollaba este trágico episodio, los barcos griegos se enfretaban a la armada de Jerjes. Una tormenta había destrozado más de doscientos barcos persas. Los marinos griegos, más expertos, regresaron indemnes a Atenas y anclaron sus barcos en la bahía de Salamina.
Nada podía detener al ejército persa una vez franqueadas las Termópilas. Cayó sobre Atica como un vendaval. Los atenienses abandonaron su ciudad y buscaron refugio en las montañas o en las islas de la bahía. Al mirar hacia atrás podían ver el humo y las llamas que consumían a la hermosa Atenas, totalmente destruida por Jerjes.
Los marinos griegos estaban completamente abatidos. La flota espartana quería retirarse, y algunas naves así lo hicieron. Pero Temístocles, viendo aquella era su última oportunidad, hizo que un marino griego, fingiéndose desertor, pasara a la nave capitana de los persas, para informarles que la escuadra griega, derrotada, se disponía a emprender la huida. Para impedirlo, el rey persa ordenó a su flota que atacase a los griegos.
Las aguas cercanas al Atica son estrechas, de poco fondo y llenas de escollos a causa de la profusión de la islas, así que los persas, que no eran marinos muy expertos, se vieron en apuros para maniobrar sin chocar con las costas ni entre sí. Cuando las ligeras naves griegas se arrojaron sobre ellos, aumentó el desorden; unos barcos persas fueron lanzados contra otros, los mástiles se quebraron, los marineros cayeron al mar, y reinó el desconcierto.
Por ambas partes se luchó ferozmente. Los griegos atacaban sin cesar arrojando a sus enemigos al agua, persiguiéndolos a lanzazos sobre las resbaladizas cubiertas y llevándolos a la muerte o a la rendición. Al caer la noche, la flota persa estaba vencida; sus barcos habían sido capturados, habían naufragado o se habían dado a la fuga. Esta fue la batalla de Salamina -480 A.C,- unas de las acciones navales más famosas.
Temístocles tuvo entonces en sus manos la posibilidad de interceptar en el Helesponto el aprovisionamiento de los ejércitos de Jerjes. Pero los demás griegos no quisieron secundarlo, y la oportunidad se perdió. El rey persa regreso apresuradamente a Asia y dejó a Mardonió, con 50.000 hombres, para que pasase el invierno en Tesalia.
Temístocles
Al año siguiente -479 A.C.- los persas hicieron su último esfuerzo por conquistar a Grecia. Un ejército de 30,000 griegos se enfrento a Mardonio en Platea y, en una terrible batalla, las lanzas griegas volvieron a vencer a los arcos asiáticos. el diezmado ejército regresó a Asia para no volver jamas.
Nueva Enciclopedia Tematica: Prehistoria, Historia Antigua. Panamá, Editorial Richards, S.A. 1963.
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