La maleta del hombre muerto
viernes, 29 de mayo de 2020
miércoles, 27 de mayo de 2020
Impermanencia
LA MEDITACIÓN SOBRE LA MUERTE: SÓCRATES, MONTAIGNE, EL BUDA
"LA PREMEDITACIÓN DE LA MUERTE, ES LA PREMEDITACIÓN DE LA LIBERTAD. QUIEN APRENDE A MORIR, DESAPRENDE A SERVIR"
Quizá nada sea tan significativo en la vida como pensar en la muerte. Es posible que la filosofía, la religión e incluso el arte tengan como materia y origen la relación que tiene el ser humano con su impermanencia y con el misterio que la muerte representa para la conciencia. Una de las razones por las cuales el ser humano moderno se encuentra en una crisis –ecológica, intelectual y espiritual– tiene que ver con que la vida moderna, el supuesto progreso y la prosperidad del tecnocapitalismo, ha logrado (aunque no del todo) ocultar la muerte de la vida diaria y ha llenado los espacios de contemplación con entretenimiento. A diferencia de lo que pensaban muchos filósofos helénicos, para quienes la vida era un entrenamiento para la muerte, para nosotros la vida es un entretenimiento mientras llega la muerte.
Una de las razones por las cuales la pandemia es interesante para la sociedad humana y su futuro es que, a fuerza de hechos lamentables, obliga al ser humano a meditar sobre la muerte y a contemplar qué es realmente importante en la vida. Como ya sugerimos, para Sócrates y para la tradición platónica, la filosofía misma debía entenderse como una preparación para la muerte. La muerte es el momento por excelencia en el que la vida filosófica florece. Un ejemplo de esto lo tenemos en El Fedón, donde uno se admira de la forma en la que Sócrates encara la muerte, con enorme calma y desapego, cumpliendo sus obligaciones –saldando la cuenta con los dioses–, compartiendo su sabiduría con sus amigos y practicando la dialéctica y el ascetismo que conduce a la liberación del alma. Morir con esa calma sin duda es un objetivo en la vida mucho más interesante y valioso que hacer dinero. La confianza de Sócrates estriba en su creencia en la inmortalidad del alma, creencia que intenta incluso demostrar con un argumento lógico.
Pierre Hadot, el gran pensador francés que recobró el espíritu auténtico de la filosofía antigua, notó que la filosofía, si es filosofía, es fundamentalmente un ejercicio espiritual, una forma de vivir y no mero discurso intelectual. Hadot parafrasea a Sócrates y dice que "entrenar para la muerte es en realidad entrenar para la vida". Lo que hace pensar en la muerte, tener a la muerte siempre presente, pensando en ella, es transformar nuestra relación con la vida. La muerte no sólo es un profundo abismo que yace en el horizonte, también es una luz que puede iluminar el presente, dándole sentido a la vida y motivándonos a ejercitarnos en todo aquello que puede llevarnos a saber morir.
El filósofo y ensayista francés Michel de Montaigne, quien revivió la escuela escéptica grecolatina –una escuela muy distinta a lo que pensamos popularmente hoy con el término escéptico–, escribió: "No sabemos dónde nos espera la muerte; esperémosla en todas partes. La premeditación de la muerte es la premeditación de la libertad. Quien aprende a morir, desaprende a servir". Montaigne enfatiza que no hay nada qué temer en la muerte y recomienda que no llenemos esta breve vida de tantos planes y proyectos. Es difícil decir en qué consiste esa libertad de la muerte sobre la cual ya no hay "constricciones". Montaigne abrazó el escepticismo que tiene como fundamento la "suspensión del juicio (o creencia)" (epoché). Pero, por otra parte, en numerosas ocasiones habla como un pensador cristiano y crítica el ateísmo.
Algunos pensadores modernos, ellos mismos inclinados al ateísmo, han leído a Montaigne como un pensador ateo o preateo, en el sentido de que en su época habría sido complicado pronunciarse abiertamente como ateo. De cualquier manera, lo que podemos pensar sin temor a equivocarnos es que para una persona que ha vivido bien y no tiene reproches, apegos o deudas con el mundo, la muerte, ya sea como la antesala de una existencia divina o como la aniquilación, es una forma de libertad.
Por último, quizá sea útil considerar brevemente la forma en la que el pensamiento budista entiende la muerte y por qué considera esencial, como el platonismo o el estoicismo, pensar en la muerte de manera constante. Sabemos que en los monasterios budistas parte esencial del entrenamiento, quizá el pilar central, es la meditación sobre la impermanencia. Los practicantes contemplan su propia muerte –en ocasiones incluso visualizan cadáveres–, la naturaleza compuesta e impermanente de todas las cosas y reflexionan sobre la gran oportunidad que tienen al existir en un cuerpo humano, aunque sea por unos breves momentos.
Para el budismo, la meditación sobre la muerte es la meditación sobre la libertad, pero sólo si es que el practicante "aprende a morir" antes. De otra forma, la muerte es la continuación de la esclavitud, con la posibilidad de incrementar de manera radicalmente mayor la manera en la que sufre esta "esclavitud". Por supuesto, esto descansa en la teoría de la reencarnación, una versión que también es esencial en el pensamiento de Platón.
Aquí la muerte no es vista como algo bueno per se, sino como una enorme oportunidad para, a través de la práctica de la sabiduría, alcanzar finalmente la libertad y salir del calabozo de la existencia cíclica en el cual vivimos, como si fuera la cueva de Platón, engañados por nuestros deseos que atrofian nuestra percepción. Por decirlo de otra manera, la muerte es la prueba final del entrenamiento espiritual, el punto donde nos podemos graduar hacia una total libertad o al menos hacia una vida más propicia para poder eventualmente encontrar la liberación. Tener esto presente, el hecho de esta oportunidad y la naturaleza impermanente de todas las cosas, es la base para poder entrenar y cultivar la calma, la concentración, la virtud moral y la sabiduría que son necesarias para, en el momento de la muerte, tener una mente que se dirige hacia la libertad.
Fuente:
domingo, 24 de mayo de 2020
viernes, 22 de mayo de 2020
Si las licorerías están abiertas ¿por qué no las iglesias?
El Presidente Donald Trump ordena abrir las iglesias, sinagogas y mezquitas.
Consecuencias de la pandemia
Un filósofo surcoreano es tendencia por sus 9 definiciones sobre el Covid-19
Byung-Chul Han es considerado una de las mentes más importantes del momento y se animó a revelar algunos cambios sociales y políticos que están viviendo por la pandemia.
Byung-Chul Han es un filósofo surcoreano reconocido por ser una de las mentes más brillantes del momento. Él no es muy optimista de cara al futuro y asegura que “sobrevivir se convertirá en algo absoluto, como si estuviéramos en un estado de guerra permanente”.
El hombre de 61 años que nació en Seúl, estudió Filosofía, Literatura y Teología en Alemania. Actualmente vive en ese país. El hombre tiene miedo de que la pandemia sea un arma política para que se impongan regímenes de vigilancia y cuarentenas biopolíticas, pérdida de libertad, fin del buen vivir o una falta de humanidad generada por la histeria y el miedo colectivo.
El filósofo redactó las 9 definiciones de la pandemia que seducen al mundo:
1- “El coronavirus está mostrando que la vulnerabilidad o mortalidad humanas no son democráticas, sino que dependen del estatus social. La muerte no es democrática. La Covid-19 no ha cambiado nada al respecto. La muerte nunca ha sido democrática. La pandemia, en particular, pone de relieve los problemas sociales, los fallos y las diferencias de cada sociedad. Con la Covid-19 enferman y mueren los trabajadores pobres de origen inmigrante en las zonas periféricas de las grandes ciudades. Tienen que trabajar. El teletrabajo no se lo pueden permitir los cuidadores, los trabajadores de las fábricas, los que limpian, las vendedoras o los que recogen la basura. Los ricos, por su parte, se mudan a sus casas en el campo".
2- “La pandemia no es solo un problema médico, sino social. Una razón por la que no han muerto tantas personas en Alemania es porque no hay problemas sociales tan graves como en otros países europeos y Estados Unidos. Además el sistema sanitario es mucho mejor en Alemania que en los Estados Unidos, Francia, Inglaterra o Italia”.
3- “El segundo problema es que la Covid-19 no sustenta a la democracia. Como es bien sabido, del miedo se alimentan los autócratas. En la crisis, las personas vuelven a buscar líderes. El húngaro Viktor Orban se beneficia enormemente de ello, declara el estado de emergencia y lo convierte en una situación normal. Ese es el final de la democracia”.
4- “Con la pandemia nos dirigimos hacia un régimen de vigilancia biopolítica. No solo nuestras comunicaciones, sino incluso nuestro cuerpo, nuestro estado de salud se convierten en objetos de vigilancia digital. El choque pandémico hará que la biopolítica digital se consolide a nivel mundial, que con su control y su sistema de vigilancia se apodere de nuestro cuerpo, dará lugar a una sociedad disciplinaria biopolítica en la que también se monitorizará constantemente nuestro estado de salud”.
5- “El virus es un espejo, muestra en qué sociedad vivimos. Y vivimos en una sociedad de supervivencia que se basa en última instancia en el miedo a la muerte. Ahora sobrevivir se convertirá en algo absoluto, como si estuviéramos en un estado de guerra permanente. Todas las fuerzas vitales se emplearán para prolongar la vida. En una sociedad de la supervivencia se pierde todo sentido de la buena vida. El placer también se sacrificará al propósito más elevado de la propia salud”.
6- “La pandemia vuelve a hacer visible la muerte, que habíamos suprimido y subcontratado cuidadosamente. La presencia de la muerte en los medios de comunicación está poniendo nerviosa a la gente. La histeria de la supervivencia hace que la sociedad sea tan inhumana. A quien tenemos al lado es un potencial portador del virus y hay que mantenerse a distancia. Los mayores mueren solos en los asilos porque nadie puede visitarles por el riesgo de infección. ¿Esa vida prolongada unos meses es mejor que morir solo? En nuestra histeria por la supervivencia olvidamos por completo lo que es la buena vida”.
7- “Por sobrevivir, sacrificamos voluntariamente todo lo que hace que valga la pena vivir, la sociabilidad, el sentimiento de comunidad y la cercanía. Con la pandemia además se acepta sin cuestionamiento la limitación de los derechos fundamentales, incluso se prohíben los servicios religiosos. Los sacerdotes también practican el distanciamiento social y usan máscaras protectoras. Sacrifican la creencia a la supervivencia. La caridad se manifiesta mediante el distanciamiento. La virología desempodera a la teología. Todos escuchan a los virólogos, que tienen soberanía absoluta de interpretación. La narrativa de la resurrección da paso a la ideología de la salud y de supervivencia. Ante el virus, la creencia se convierte en una farsa”.
8- “El pánico ante el virus es exagerado. La edad promedio de quienes mueren en Alemania por Covid-19 es 80 u 81 años y la esperanza media de vida es de 80,5 años. Lo que muestra nuestra reacción de pánico ante el virus es que algo anda mal en nuestra sociedad”.
9- “La Covid-19 probablemente no sea un buen presagio para Europa y Estados Unidos. El virus es una prueba para el sistema. Los países asiáticos, que creen poco en el liberalismo, han asumido con bastante rapidez el control de la pandemia, especialmente en el aspecto de la vigilancia digital y biopolítica, inimaginables para Occidente. Europa y Estados Unidos están tropezando. Ante la pandemia están perdiendo su brillo. El virus no detiene el avance de China. China venderá su estado de vigilancia autocrática como modelo de éxito contra la epidemia. Exhibirá por todo el mundo aún con más orgullo la superioridad de su sistema. La Covid-19 hará que el poder mundial se desplace un poco más hacia Asia. Visto así, el virus marca un cambio de era”.
Fuente:
Hércules y Deyanira
La Venganza de Neso
En una ocasión, Hércules y su cónyuge Deyanira paseaban juntos, cuando se acercaron a un arroyo, donde el Centauro Neso cruzaba a las personas de una orilla a la otra por una retribución. A mitad del trayecto, Neso intentó de secuestrar a Deyanira, y Hércules asesinó al ogro. La pareja vivió feliz por mucho tiempo, hasta que un alejamiento alargado de Hércules causó dudas de su fidelidad en Deyanira. Ella recordó entonces el pronunciamiento que falsamente dijo Neso antes de morir: "Guarda mi sangre como amuleto"; es una fuente poderosa para preservar el amor del hombre amado". La dama, temerosa de perder a su prometido, envió a Hércules un manto empapado de la sangre de Neso, El marido al usarlo, comenzó a sentir fatigosos dolores que el gran guerrero tuvo que hacer una hoguera y arrojarse a ella. Al darse cuenta de la muerte de su amado, Deyanira se suicidó.
lunes, 18 de mayo de 2020
sábado, 16 de mayo de 2020
viernes, 15 de mayo de 2020
Día internacional de la familia
Feliz día de la familia
El Día Internacional de la Familia, tuvo su inicio un 20 de septiembre de 1993 en la Asamblea General de las Naciones Unidas.
jueves, 14 de mayo de 2020
Markus Grabiel
LA IDEOLOGÍA DE LA 'NORMALIDAD' A LA QUE SE QUIERE REGRESAR ES MÁS LETAL QUE EL VIRUS
EL FILÓSOFO MARKUS GABRIEL REFLEXIONA SOBRE LA IDEOLOGÍA QUE, A FIN DE CUENTAS, ES MÁS PELIGROSA QUE EL VIRUS
Existe una sensación, que esta vez incluye a intelectuales y al pueblo por igual, de que el nuevo coronavirus de alguna manera está ligado a los excesos y absurdos del capitalismo global y, al mismo tiempo, es un síntoma más de la gran crisis ecológica (el problema que subyace a todo). Ya sea que el sistema económico neoliberal haya sometido al medioambiente a tal extremo de estrés que el virus ha brincado (vía la llamada zoonosis) como una especie de reacción y que se trate de alguna manera de un escarmiento planetario –bajo la idea, que parece poco científica pero que gana tracción cada día, de que de alguna manera el planeta es un sistema holístico que se autorregula– o, por lo menos, el hecho difícil de debatir de que el virus pone de manifiesto la enorme debilidad e insostenibilidad del capitalismo y la ideología que lo sustenta. Parece cada vez más claro que en nuestra crisis actual –y en la crisis ecológica subyacente– existe un profundo problema moral.
El joven filósofo alemán Markus Gabriel, una de las estrellas de la filosofía contemporánea, en un artículo publicado en El País y en una entrevista posterior en el mismo medio, ha analizado de manera lúcida el tema de la covid-19 desde la óptica de la filosofía y el pensamiento crítico. Gabriel nota que el virus pone de manifiesto el hecho de que nuestro orden actual –o el orden previo al virus– era en sí mismo "letal". Con una habilidad (y una miopía) extraordinaria, el ser humano de alguna manera ha logrado evitar afrontar esta realidad.
Según Gabriel:
El mismo siglo XXI es una pandemia, el resultado de la globalización. Lo único que hace el virus es poner de manifiesto algo que viene de lejos: necesitamos concebir una Ilustración global totalmente nueva. Aquí cabe emplear una expresión de Peter Sloterdijk dándole una nueva interpretación, y afirmar que no necesitamos un comunismo, sino un coinmunismo. Para ello tenemos que vacunarnos contra el veneno mental que nos divide en culturas nacionales, razas, grupos de edad y clases sociales en mutua competencia.
El filósofo alemán Peter Sloterdijk desde hace unos años viene hablando del "diseño de una inmunidad global" basada en "ascetismos cooperativos" y que pase del mero romanticismo de las fronteras abiertas a la operatividad real, resonancia e interdependencia. Sloterdjik rescata la idea de la comunidad con intereses comunes del comunismo y la aplica a una salud global, a la construcción de una "coinmunidad" que reconoce que todo sistema inmune personal o nacional existe en dependencia del sistema inmune social y global. Esto queda claramente de manifiesto actualmente.
Gabriel cree que la pandemia ilumina la realidad de nuestra inmunidad extendida. "Y es que la pandemia nos afecta a todos; es la demostración de que todos estamos unidos por un cordón invisible, nuestra condición de seres humanos. Ante el virus todos somos, efectivamente, iguales". Y, siguiendo a filósofos como Bruno Latour, juega con la idea de que la Tierra misma tal vez sea un ser vivo que en cierto sentido responde a nuestra conducta: "¿Es posible que el ecosistema de la Tierra sea un gigantesco ser vivo? ¿Es el coronavirus una respuesta inmune del planeta a la insolencia del ser humano, que destruye infinitos seres vivos por codicia?". En una situación como la que vivimos, un filósofo como Gabriel recurre interesantemente a una especie de sentido mayúsculo, un eje ordenador, que de cierta forma se pone de manifiesto (o al menos, se atreve a preguntarse por ello).
Lo que es indudable es que el virus ha hecho patente la realidad de que nuestro sistema económico y la ideología de la cual depende no sólo destruyen el ecosistema sino que también nos hacen intelectual y emocionalmente vulnerables e inestables.
El coronavirus pone de manifiesto las debilidades sistémicas de la ideología dominante del siglo XXI. Una de ellas es la creencia errónea de que el progreso científico y tecnológico por sí solo puede impulsar el progreso humano y moral. Esta creencia nos incita a confiar en que los expertos científicos pueden solucionar los problemas sociales comunes. El coronavirus debería ser una demostración de ello a la vista de todos. Sin embargo, lo que quedará de manifiesto es que semejante idea es un peligroso error. Es verdad que tenemos que consultar a los virólogos; sólo ellos pueden ayudarnos a entender el virus y a contenerlo a fin de salvar vidas humanas. Pero ¿quién los escucha cuando nos dicen que cada año más de 200 000 niños mueren de diarrea viral porque no tienen agua potable? ¿Por qué nadie se interesa por esos niños?
No los escuchamos porque no nos interesan esos niños o esos problemas mientras no aparezcan como una amenaza inminente. No hacemos la conexión. "Sin progreso moral no hay verdadero progreso", nota Gabriel.
En las transacciones de la vida diaria, como comprar un juguete para tu hijo, un paracetamol o un coche, en muchos momentos, alguien tuvo que sufrir por la mera existencia de esa cadena. Todos somos responsables por el sufrimiento de otros. Estas cadenas interconectadas han creado sistemas maléficos y al final de esas cadenas siempre hay alguien que muere por falta de agua limpia, por no tener cosechas, por las condiciones de explotación. Esa es la cadena de infección de una enfermedad, que es el comportamiento inmoral. Si haces lo incorrecto moralmente, haces que la realidad sea un lugar peor. El neoliberalismo global se ha convertido en un modo de destrucción hiperrápido.
El mayor peligro que enfrentamos no es que el virus diezme la economía o mate a cientos de miles de personas, el mayor peligro que enfrentamos es que regresemos a la tan mentada "normalidad". Pues, aunque este virus es terrible, no se compara con lo que estamos cocinando en el cuarto de enfrente:
Veo esta crisis como una preparación de la crisis ecológica. Esto no es nada comparado con la crisis ecológica, nada. Los gobiernos de todo el mundo saben que la crisis ecológica va a matar a cientos de miles de personas en los próximos 100 o 200 años y este es un peligro real. Lo sabemos porque los modelos climáticos son mejores que los del coronavirus.
Bruno Latour ha notado que el virus actual ha demostrado que es posible detener el mundo y tomar medidas radicales. Pero cuando científicos y activistas señalan que es necesario hacer algo así, la respuesta es que es imposible. Sin duda, esta debería ser la enseñanza de la pandemia actual. Un primer aviso para una catástrofe incomparable, la cual hoy vemos que no es imposible evitar.
No obstante, la solución, según Gabriel, no ocurrirá solamente poniéndonos en las manos de los científicos y de la tecnología. Es necesaria una transformación moral que requiere también de la participación de las Humanidades.
¿Cuándo entenderemos por fin que, comparado con nuestra superstición de que los problemas contemporáneos se pueden resolver con la ciencia y la tecnología, el peligrosísimo coronavirus es inofensivo? Necesitamos una nueva Ilustración, todo el mundo debe recibir una educación ética para que reconozcamos el enorme peligro que supone seguir a ciegas a la ciencia y a la técnica. [...] Tenemos que reconocer que la cadena infecciosa del capitalismo global destruye nuestra naturaleza y atonta a los ciudadanos de los Estados nacionales para que nos convirtamos en turistas profesionales y en consumidores de bienes cuya producción causará a la larga más muertes que todos los virus juntos.
Más que una nueva revolución, quizá sea necesario un renacimiento, más un regreso a los ideales de la Florencia del siglo XV que de la Francia del siglo XVIII. "Cuando pase la pandemia viral necesitaremos una pandemia metafísica, una unión de todos los pueblos bajo el techo común del cielo del que nunca podremos evadirnos".
Gabriel observa que la pandemia nos ha obligado a ralentizar nuestra vida y con esta nueva lentitud vienen posibles frutos morales.
Si pensamos en cómo era la vida hace un mes o dos, claramente era demasiado agitada, tenía una velocidad que ya es inimaginable. Esa dinámica es malvada por sus resultados y se ha parado. Ahora, llevamos una vida más moral, simplemente por el hecho de hacer menos. Esto es parte de la explicación de por qué paradójicamente nos sentimos de alguna manera bien en la nueva situación. Hay un aspecto de solidaridad, de estar protegiendo a los mayores, y eso genera un buen sentimiento, pero también estamos dejando de hacer cosas que son perjudiciales para otros y hay una conciencia subliminal de esto.
Lo esencial aquí es no regresar a la normalidad, no volver a echar andar la máquina con un suspiro de alivio y volver a nuestras vidas medianamente inconscientes y mayormente mecánicas, consumiendo y entreteniéndonos como la audiencia de una película de terror que no se ha dado cuenta de que ellos mismos son parte de la cinta. Si es que existe un fuerte sentimiento de solidaridad y moralidad, este debe ser cultivado y no abandonado cuando ya no sea noticia y no haya una amenaza inmediata.
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sábado, 9 de mayo de 2020
Holística
EL ÚNICO DESEO VÁLIDO Y VERDADERO… ¿EL DESEO DEL TODO?
¿EL ÚNICO DESEO QUE PUEDE NO SER LA SEMILLA DE MÁS SUFRIMIENTO ES HACERSE TODO?
Fueron los sabios de la India quienes notaron primero el predicamento que constituye la existencia humana. El ser humano toma conciencia de sí en medio de un universo de objetos impermanentes que lo rodean. Estos objetos producen deseo (avidez o aversión), que si bien puede ser satisfecho temporalmente y producir placer, nunca puede satisfacerse por completo, así que al final es la semilla del sufrimiento. Todo placer que proviene de un objeto es finalmente la semilla de un futuro dolor. Esta es la paradoja de un ser mortal consciente, movido por el deseo. De ahí que algunos sistemas de pensamiento hayan propuesto que la solución a dicho problema es suprimir el deseo.
Cierto entendimiento de las cuatro nobles verdades del Buda sugiere que el nirvana es la extinción del deseo y que, en contraparte, el samsara o la existencia cíclica, cuya naturaleza es el sufrimiento, tiene como combustible el deseo. Sin embargo, esta solución se antoja por momentos pesimista, negativa, acosmista o contranatural, y no llena de cierta grandiosidad que también se aprecia en el universo, en todo el esplendor de la energía creativa. Asimismo, el movimiento que lleva a suprimir el deseo es necesariamente un deseo: el deseo de dejar de desear. La vida y lo mejor de la vida es también deseo (aunque el deseo suela conducir a la muerte y a la perdición).
Existe, tal vez, otra solución: la del místico, convertirse en todo; un deseo libre de apego, pues está libre de discriminación, de desear un objeto o una serie de objetos en específico. Ya que el sufrimiento nace de la separación con el objeto del deseo, se busca una unión que ya no esté sujeta a la separación; unión no con un objeto que puede eventualmente palidecer y decaer, sino con todas las cosas de manera íntima y esencial. "Que yo me convierta en todo", es la exclamación del sacrificante en el Satapatha Brahmana (11.1.6.17).
Dice una de las Upanishad que siempre que hay un otro hay miedo. El estado de diferencia y separación es profundamente angustiante e insatisfactorio para el ser humano. Gran parte del misticismo de Oriente y Occidente busca salvar este abismo de separación, este primer grito de la conciencia de sí que se siente angustiada. Con el otro surge también el deseo, ya sea de poseer o de gozar de ese otro o de no ser poseído o sometido por la voluntad ajena. Con el deseo surge el sufrimiento, pues esos otros, los objetos que nos rodean, no están sujetos a nuestra voluntad, cambian constantemente, nos lastiman y cuando logramos poseerlos es sólo brevemente, pues pronto decaen y perecen, o somos nosotros lo que cambiamos y morimos. En un mundo impermanente, el deseo parece condenarnos al sufrimiento, tarde o temprano. Y, no obstante, con el otro también surge la posibilidad del deleite, del éxtasis, de salirse fuera de sí para contemplarse como un otro, la misma danza de la interpenetración: perichoresis. ¿Qué otra cosa más intrínsecamente magnífica tenemos que nuestro deseo, nuestra voluntad, nuestro amor? ¿Con qué otra fuerza podemos sentir esa religiosidad natural que es la pertenencia al proceso mismo del universo?
El deseo es parte auténtica de nuestra existencia, es el fuego de la vida. Así que tal vez en el fondo el deseo no es meramente la causa de nuestro extravío en planos mundanos e infernales de sufrimiento. O, mejor dicho, tal vez haya una forma de desear, de transformar el craso deseo que suscitan ciegamente los objetos, por una forma sublime de deseo (¿libre de apego, pero no libre de fuego, de la energía vital?). En el fondo nuestro deseo no es poseer al otro, sino ser el otro sin dejar de ser uno. Ser los otros, todos, y ser uno (un uno que no es alguien, sino la integridad misma de las cosas). El deseo detrás de todo deseo es ser todo. Esta es la médula del fuego del cual surgen todas las centellas del deseo.
"El hombre tiene un tremendo deseo de ser esto y esto otro, de convertirse en esto y en esto otro, de involucrarse en todo proceso y estar presente en todas partes", escribe Panikkar en su libro The Rhythm of Being. Convertirse en todo es el deseo madre, el deseo motriz que impele al hombre subrepticiamente a alcanzar su completud. Este deseo, como notó Alfred North Whitehead, es el proceso mismo de la naturaleza –un telos dirigido por el eros–, una matriz de complejidad en la que el espíritu o la inteligencia encarna; la naturaleza que está destinada a albergar la manifestación de este espíritu, a divinizarse. Esta es la solución más gloriosa que podemos pensar. No la anulación de la conciencia en la nada –esa paz imposiblemente predicada en la destrucción del ser– sino la amplificación de la conciencia a la integración de la totalidad en la experiencia. La no-dualidad, el pleroma, la unio mystica.
San Agustín escribió que el estado del místico no puede más que imaginarse como una unión nupcial, como una boda sagrada, como el encuentro del amado y la amada que es el Apocalipsis mismo, la Jerusalén Celeste, la boda de la Mujer que Lleva al Sol en el Vientre y el Cordero. El profesor Robert Thurman no encontró una mejor forma de describir el estado de un Buda que un orgasmo sin principio ni final, un éxtasis sexual en el que se supera aquella pregunta que le hicieran Zeus y Hera a Tiresias sobre quién goza más en el acto sexual, pues se alcanza no sólo la perspectiva femenina y masculina al mismo tiempo, sino la del conjunto o el todo que forman. Esto es, por supuesto, lo que simbolizan las deidades tántricas en unión: no necesariamente un acto sexual, sino un deleite infinito (mahasukha) que nace de una unificación en el fondo de la existencia, en su "vacuidad radiante", y el cual no se alcanza a describir con palabras (pero el éxtasis erótico es lo que más parece hacerle justicia). La unidad y no la diferencia pero sí, también, la diferencia dentro de la unidad. Las mismas Upanishad utilizan como la metáfora más vieja de la no-dualidad el abrazo entre esposos en el que uno ya no sabe qué es afuera y qué es adentro, un abrazo transparente, un transfundimiento en el vaciamiento del uno en el otro. Uno se pregunta entonces si el misticismo no es quizá más que la sublimación del erotismo. Ya lo sugirieron Nietzsche y Aleister Crowley, quien hizo una caricatura (genialmente) bestial de Nietzsche, combinándolo con el tantrismo: "el instinto sexual es Dios".
Quedan preguntas imposibles de responder. ¿Se puede alcanzar realmente esa unidad mística de una manera que no signifique la aniquilación del ser, en la que subsista la relación personal que parece ser necesaria para la existencia del amor? ¿Se puede separar el amor del deseo, como el famoso cisne (hamsa) de los Himalayas, que separa la leche del agua? ¿Beber únicamente el puro néctar, lo inmortal dentro de la sustancia del mundo? ¿Se puede destilar lo eterno de lo transitorio, como Baudelaire bien definió a la alquimia? ¿Son estas meras fantasías místicas y el deseo es más bien, como creía Schopenhauer, la fuerza única, cruel y tremenda, que se objetiva y crea la ilusión del amor y el significado simplemente para perpetuarse en su marcha ciega e irrefrenable?
Lo único que parece cierto es que de haber una satisfacción del deseo, de haber una forma de que este pueda existir sin ser la semilla de más sufrimiento, es necesario que alcance la totalidad de sus objetos o que estos dejen de existir como objetos, que se revele la total ilusión de la existencia separada.
Sólo queda invocar la imagen de Shiva, el dios que por una parte encarna la figura del asceta que vive en los Himalayas, en la pureza de las alturas, inmaculado, libre de la mácula del mundo. El prototípico yogui que cultiva la restricción, el tapas, la energía de la mente pura y concentrada. Pero es también el dios que es herido por la flecha de flores de Kamadeva, el cupido indio, y el dios que se une perpetuamente con Parvati, la hija de la montaña divina. El universo, se dice, no es más que la larga caricia de ambos. Esta unión es la misma que ocurre en el cuerpo del yogui cuando despierta la energía vital o kundalini, la unión de Shiva y Parvati (o Shakti) que se repite en cada respiración. La flecha de Kamadeva es lo que llena al mundo de deseo, pero Shiva es también el dios que destruye el deseo y calcina a Kamadeva con un rayo de su tercer ojo. Es a la vez el dios que crea el mundo con su danza erótica y el dios que lo destruye con su furia ascética.
Esta es la tensión original del cosmos: una tensión que es a la vez la causa del sufrimiento y de la felicidad, de la separación y el amor, en completa interdependencia.
Fuente:
viernes, 8 de mayo de 2020
miércoles, 6 de mayo de 2020
Los gitanos
El pueblo más extraño del mundo
A inicios del siglo XV comienza su aparición en Europa aunque durante varios siglos nadie tenia la certeza de la procedencia de los gitanos y quienes eran. Se dice que provienen del "Pequeño Egipto" lugar donde nadie sabe donde está. Los otros pueblos los llamaban "egipcios", y en ingles gypsies, los franceses les decían "bohemios" por que venían de bohemia, en Italia y Grecia los nombraban como: "zíngaros", En Rusia y otras zonas del Danubio los llamaban "zinganes"; y en los países donde se habla español, "gitanos", sin embargo se les llamó también "egipcianos" y "bohemianos." No importa el lugar donde se encuentren y cuales sean sus tribus, entre ellos se llaman rom (hombrecito) y su lenguaje es el "romani". Otro calificativo que acostumbran a usar es el de rumma-xal, que en lengua máhrata significa "hombre errante por las llanuras".
Imagen extraída de Wikipedia
Los gitanos siempre han sido conocidos como nómadas y enigmáticos, morenos, harapientos y sin hogar. No tienen que ver con ninguna autoridad del país donde estén ya que su tradición es su única ley. Mayormente su población se encuentra en Europa, siendo los países como Rumania, Hungría y España los más poblados por este grupo cultural.
También se dice que no provenían de ningún "pequeño egipto" sino del noroeste de la India. Aproximadamente para el año 1000 un gran grupo emprendió su curso desde el país asiático, donde huían ante las huestes arrasadoras de Tamerlan. A su paso por Persia, la gran caravana se dividió en dos grupos, uno de ellos se dirigió al sudoeste, a traves de Siria y Egipto, hacia el norte de África, y el otro grupo hacia el noroeste, instalándose en Asia menor y Grecia. Permanecieron en esa zona durante 4 siglos; En Grecia tuvieron hasta un rey. Al principio del siglo XIV de dirigieron hacia los Balcanes que era zona salvaje y con poca población y se dice que permanecieron allí por un largo tiempo y su población logró incrementarse para luego llegar a Hungría y desplazarse por Europa Occidental. Reacios a toda clase de trabajo y dispuestos a ganar dinero haciendo negocios de manera ventajosa. Se dice que cuando ellos compraban algo había que añadirle algún bono o regalo extra. En algunos países de Europa fueron azotados por no respetar la ley, en otras ocasiones fueron marcados con hierros candentes y también los ahorcaban sin tener juicio.
En los países de Europa del este, se dedicaban a trabajar el metal especialmente la herrería y platería. En todos los lugares donde iban eran conocidos como reparadores de cacerolas y paraguas. En Turquía son comerciantes de drogas y piedras preciosas; en España son tocadores de guitarra, bailarines y cantantes; en Hungría y Rumania, la mayoría de ellos son músicos y algunos llevan osos danzantes por las aldeas; en Rusia, han sido actores y artistas de diversas músicas. Se dice que fueron los responsables del origen de la música húngara. Las mujeres habitúan estar en actividades como la quiromancia y cartomancia recibiendo buen ingreso para la comunidad gitana. Las gitanos casi nunca se casan con personas fuera de su tribu y si una mujer lo hace se convierte en desagradecida. Casi siempre la mujer es la que mantiene al hombre en la cultura gitana. Las mujeres gitanas son bellas y siempre usan vestimentas con ropaje de colores. Casi siempre el gitano instala su carruaje o tienda de campaña al lado del camino. La entrada de su morada siempre esta en dirección al sur y no le gusta decir el porque.
domingo, 3 de mayo de 2020
Codicia
Orígenes
f. Deseo inmoderado de los bienes terrenos y de los goces sensuales. ( Sinon. V. Codicia.)
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